Lectura bíblica: Romanos 8:22-24
También nosotros, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos dentro de nosotros mismos, aguardando la adopción como hijos. Romanos 8:23
Durante meses, el equipo misionero de la iglesia de Sara se había estado preparando para este día. En unas cuantas horas el bus llegaría a la población adonde iban. Allí el equipo dedicaría dos semanas a reparar el edificio de la iglesia y compartir el amor de Cristo con la mayor cantidad de gente posible. Sara no veía la hora de llegar.
Hacía más de seis meses que Sara había presentado su solicitud para participar en el viaje misionero. Había participado en las difíciles actividades de recaudar fondos, maneras descabelladas de juntar dinero rápidamente. Había participado de las reuniones semanales para prepararse y para orar. Había pasado media hora en la computadora todas las noches para aprender más de la gente, el lugar, la historia de la población adonde iban. Y ahora se había aguantado 24 horas de viaje en el autobús. Pero sabía que le esperaba algo que haría que todo su esfuerzo y espera valieran la pena. Pronto todo su trabajo recibiría su recompensa.
¿Alguna vez pusiste todo tu corazón en algo, y luego esperaste para ver coronados tus esfuerzos? Es como
- practicar la misma jugada de fútbol una y mil veces; y poder por fin usar la jugada en un partido.
- ensayar un solo hasta poder cantar un canto al derecho y al revés; luego por fin poder hacerlo ante un público.
- estudiar hasta que te duele la cabeza; y por fin poder demostrar lo que sabes en un examen.
- pasarte horas preparando un pastel; y por fin poder comerlo.
Cristo nos llama a poner todo nuestro corazón en seguirle a él. Eso puede ser difícil. ¡Pero hay algo que anticipamos que es más grande y mejor que nuestros sueños! Dios ha prometido que habrá un día espectacular cuando Cristo vuelva a la Tierra y nos lleve con él para toda la eternidad. Ya no habrá dolor ni sufrimiento. Viviremos en el cielo como hijos de Dios. Todo el mundo está esperando que el plan de Dios se cumpla.
Como una mamá que espera el nacimiento de su bebé, estamos ansiosos por recibir la recompensa de nuestro trabajo. Obedecer a Dios puede ser difícil. Seguir a Jesús a veces nos cansa. Pero Dios nos da el Espíritu Santo para ayudarnos. Y los magníficos regalos que serán nuestros por ser hijos de Dios, ¡valen la espera!
PARA DIALOGAR: ¿Esperas con anticipación el regreso de Cristo? ¿Qué es lo que más te entusiasma de ese acontecimiento?
PARA ORAR: Señor, es difícil esperar que arregles las cosas que duelen en nuestra vida. Gracias por enviar al Espíritu Santo para fortalecernos mientras esperamos.
PARA HACER: Aliéntense mutuamente hoy a permanecer fuertes aun cuando resulta difícil vivir como cristianos.