Lectura bíblica: Romanos 1:16, 17
Porque en él la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Pero el justo vivirá por la fe. Romanos 1:17
La culpa la tiene tu maestra. Si no te hubiera hecho escribir una composición sobre “Lo que quiero ser cuando sea grande” quizá nunca se te hubiera ocurrido qué magnífico sería ser un Caballero en la corte del rey de España. Pero has decidido que te llamen Caballero Cabeza de Queso, o sea cual fuere tu nombre. Quieres que todos se inclinen ante ti cuando entras a una habitación.
Entonces entras en Internet para averiguar cómo llenar una solicitud. Ves que son pocos los que llegan a ser Caballeros. Sólo después de muchos años de servir al rey de España te invitaría a su palacio, te daría tres golpecitos en el hombro con una-espada, te otorgaría una medalla y ¡zaz! serías un Caballero de la corte.
Pero tienes un problema. Si te dedicas a servir al rey, no podrás andar saliendo con tus amigos. Y estás demasiado ocupado con tus tareas escolares y con los juegos en la computadora como para andar haciendo cosas para el rey. Por eso, decides cortar camino para llegar a ser Caballero.
Comienzas a repartir tus propias tarjetas de presentación. Dicen: “Caballero Cabeza de Queso. No olvide inclinarse ante mí”. Te compras elegante ropa de Caballero y te buscas en la casa de empeño unas medallas que parecen oficiales. Les dices a tus amigos: “De ahora en adelante llámenme Caballero Cabeza de Queso, si no lo hacen les costará caro”.
La cuestión es: ¿Eres realmente un Caballero? ¡Ya sabes que la respuesta contundente es “No”!
Puedes vestirte como un Caballero, hablar como un Caballero, comportarte como un Caballero, revolear la espada como un Caballero y tener olor a Caballero. Pero nada de eso te convierte en un Caballero. Si no lo crees, trata de entrar al palacio de los reyes de España con tu tarjeta: “Caballero Cabeza de Queso. No olvide inclinarse ante mí”, y verás.
Nadie es tan bobo como para intentarlo.
Pero muchos intentan algo parecido cuando quieren acercarse a Dios. La Biblia explica claramente que Dios nos hace aceptables a él, nos hace hijos e hijas del Rey cuando confesamos nuestros pecados y aceptamos a Jesucristo como nuestro Salvador. Poner nuestra fe en él, creer y confiar en Dios es la única manera como podemos llegar a ser parte de la familia de Dios.
Una razón por la que las buenas nuevas del evangelio son buenas nuevas es porque Dios ha hecho todo lo necesario para que seas su hijo y lo sigas siendo. Cuando por fe aceptas lo que hizo por ti, te recibe para que formes parte de su familia. ¡No te puedes inventar ningún título para lograrlo!
PARA DIALOGAR: ¿Cómo te sientes hacia Dios que te ama tanto como para hacer que por fe —no por tus propios esfuerzos— pueda ser tu Padre?
PARA ORAR: Cuéntale a Dios lo que piensas y sientes acerca de ser su hijo o hija.
PARA HACER: Haz un cartel que te recuerde que eres hijo o hija de Dios, y que no tienes que andar impresionando a nadie.