Lectura bíblica: Mateo 22:34-40
Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Mateo 22:39
¿Amarnos a nosotros mismos? Eso lo que Dios espera cuando nos dice que amemos a otros como a nosotros mismos. Entonces, a votar. ¿Se aman algunos de los siguientes personajes como Dios quiere?
- Patricia toma la hoja de su examen, observa su calificación perfecta y baila por el aula sacudiendo la hoja en las narices de todos sus compañeros.
- Cada vez que Joel pasa frente a un espejo, muestra los músculos y posa como si fuera el Campeón Mundial de la Musculatura.
- Melinda les cuenta a todos que saldrá temprano de la escuela para posar por primera vez como modelo. Y al día siguiente está en el patio de la escuela repartiendo sus retratos autografiados.
Tema para comentar: ¿Has conocido alguna vez chicos como esos? ¿En qué sentido son inapropiadas sus actitudes y acciones?
Existe un tipo sano de amor propio, y Dios quiere que tengamos una buena dosis de él. ¡Pero Patricia, Joel y Melinda no tienen idea de lo que es tener un amor propio sano! Estar obsesionados con nuestra belleza, inteligencia, fuerza o dinero es engreimiento, no amor.
Mateo 22:39 implica que no vamos a amar a otros de la manera apropiada a menos que nos amemos a nosotros mismos de la manera apropiada.
¿Es realmente bueno amarnos a nosotros mismos? Considéralo de esta manera: Dios nos ama, así que podemos amarnos a nosotros mismos. Dios nos acepta, así que podemos aceptarnos a nosotros mismos. Amarnos a nosotros mismos no es meramente bueno, ¡es maravilloso! Es lo que Dios quiere.
Seamos claros en que hay dos tipos de autoimagen. Vernos a nosotros mismos como Dios nos ve —nada más y nada menos— es una autoimagen sana. Es algo que nos motiva. Es también algo que produce humildad, porque reconocemos que cada uno de nuestros dones procede de Dios.
El segundo tipo de autoimagen es malsano. Una autoimagen malsana puede ser demasiado negativa o demasiado positiva. Los que tienen una autoimagen negativa se menoscaban a sí mismos. Los que tienen una demasiado positiva se ensalzan a sí mismos. Ninguna de las dos clases de autoimagen malsana nos honra como una creación especial de Dios.
Podemos estar seguros de que nos amamos a nosotros mismos sanamente cuando, como resulta- do, amamos más a otros. Y cuando tenemos como nuestra meta amar a otros, todo lo demás se aclara. La vida —y querernos a nosotros mismos— tiene sentido. Ponemos a los demás, comenzando con Jesús, directamente en el centro de nuestra atención. Y cuando sucede esto, Dios está contento.
PARA DIALOGAR: Dílo en tus propias palabras: ¿En qué consiste una autoimagen sana?
PARA ORAR: Padre, enséñanos a amarnos a nosotros mismos de la manera correcta y, como resultado, amar a otros.
PARA HACER: Haz hoy algo por un familiar que exprese: “Creo en ti”.