Lectura bíblica: Juan 17:9, 17
Santifícalos en la verdad; tu palabra es verdad. Juan 17:17
Papá y mamá habían pasado toda su vida criando cinco hijos varones en un lugarcito en medio de la nada, totalmente ajenos a la sociedad moderna y sus avances tecnológicos. Pero un día papá estimó que era tiempo de ver qué tal era la vida en la ciudad. Por eso él y su familia salieron rumbo a las luces brillantes y los rascacielos de la gran metrópoli.
Al llegar al centro de la ciudad, papá, mamá y los muchachos no podían creer lo que veían. Recorrieron las calles boquiabiertos. Mientras mamá investigaba una tienda de damas, papá y los muchachos entraron a un hotel de lujo.
A papá le llamó inmediatamente la atención un cuarto pequeñito con brillantes puertas de bronce. Observó con interés al ver llegar a las puertas una ancianita que enseguida oprimió un botón. Al minuto, se abrieron las puertas de bronce, la ancianita entró y las puertas volvieron a cerrarse. Papá siguió mirando con curiosidad los números arriba del marco de las puertas que se iban prendiendo y apagando. Luego, volvieron a abrirse las puertas y salió del cuartito una joven hermosa.
Papá no salía de su asombro. Mientras observaba a la joven que se retiraba, miró nuevamente las puertas de bronce, y dijo:
—Muchachos, vayan a buscar a su mamá —le dijo a sus hijos.
¿No sería magnífico si fuera tan fácil cambiar algo en ti, no sólo tu apariencia sino quizá también alguna mala costumbre? O quizá tienes actitudes y haces cosas incorrectas, y te gustaría que desaparecieran por arte de magia. Sería lindo poder entrar en un cuartito, oprimir varios botones y salir completamente cambiados.
Dios quiere que todos seamos buenos. Como creyentes, queremos seguir las enseñanzas de Dios, pero al final de prácticamente cada día nuestras acciones y actitudes nos golpean, recordándonos qué malos e impuros somos. Si llegar a ser puro y santo depende de mí, quizá razonas, nunca llegaré a serlo.
El rey David sabía que llegar a ser bueno no dependía totalmente de él. Él escribió: “¿Con qué limpiará el joven su camino? Con guardar tu palabra” (Salmo 119:9).
Cada vez que nos compenetramos en las palabras de Dios que son la verdad, la oración de Cristo es contestada en nosotros. La pureza viene cuando diariamente recibimos con buena disposición la Palabra de Dios en nuestra vida. El cambio quizá no sea tan rápido ni tan dramático como el que “papá” se creyó que podía suceder en ese pequeño ascensor. Pero estamos siendo transformados, cambiados para llegar a ser como Jesús, porque eso es lo que Jesús pidió en oración.
PARA DIALOGAR: ¿Qué sientes al saber que Jesús ora por tu pureza, y que Dios dio su Palabra y envió a su Verbo para que eso pudiera suceder?
PARA ORAR: Señor, haznos puros a medida que leemos tu Palabra.
PARA HACER: No descuides estar hoy a solas con Dios leyendo su Palabra.