Esta máquina no funciona


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Lectura bíblica: 1 Juan 3:21-24
Amados, si nuestro corazón no nos reprende, tenemos confianza delante de Dios; y cualquier cosa que pidamos, la recibiremos de él, porque guardamos sus mandamientos y hacemos las cosas que son agradables delante de él. 1 Juan 3:21, 22
—Bueno, Dios, te voy a dar una oportunidad para que me des una prueba de que eres quien dices ser —dijo Marcos arrodillado junto a su cama. Sinceramente quería creer en Dios. Inclinó su rostro y oró con todo su ser.
—De veras quiero creer en ti, Señor. Así que si cuando me despierto en la mañana hay un millón de pesos debajo de mi cama, sabré que realmente existes. Y nunca volveré a dudar de ti.
¿Sabes qué? Marcos no recibió un millón de pesos.
Quizá Dios se negó a darle lo que pedía porque los quería en billetes de un peso, y un millón de pesos no cabrían debajo de su cama donde había soldaditos, ropa sucia y ositos ocupando tanto lugar.
Quizá no. Una razón más lógica por la que Marcos no recibió el dinero es porque tenía una idea equivocada de Dios. Pensaba que Dios era una máquina celestial expendedora de dulces: deposita una oración, oprime el botón correcto y allí viene tu deseo. Creía que lo único que tenía que hacer era orar intensamente y Dios le daría todo lo que quería.
No nos sorprende que algún chico piense de esta manera, porque muchos adultos también pien- san que Dios es una Máquina Divina Expendedora de Dulces.
A Dios le encanta contestar las oraciones. Dijo: “Clama a mí, y te responderé; y te revelaré cosas grandes e inaccesibles que tú no conoces” (Jeremías 33:3). Hasta prometió: “Y sucederá que antes que llamen, yo responderé; y mientras estén hablando, yo les escucharé” (Isaías 65:24).
Pero la oración no es una moneda para meter en una máquina de dulces, y la fe no es un botón para apretar. Dios no contesta cada deseo u ocurrencia humana.
Dios no es una máquina celestial expendedora automática que reparte regalos y favores. Sus pensamientos son más grandes que nuestros deseos humanos pequeños y a veces egoístas. Dios es absolutamente poderoso y absolutamente amante, y anhela que sus hijos devuelvan el amor que ha apilado sobre ellos. Quiere que lo amen a él, no a las cosas que puede darnos. Quiere que lo deseemos a él, no a las respuestas de nuestras oraciones egoístas.
Esto puede parecer extraño, pero es verdad: Cuando dejamos de pensar en Dios como una máquina celestial expendedora podemos estar seguros de que recibiremos lo que pedimos de él, no porque hayamos oprimido un botón y esperamos que largue algo, sino porque obedecemos sus mandatos y hacemos lo que le agrada a él. Sabemos cómo pedir lo mejor que tiene reservado para nosotros. ¡De eso se trata la promesa de 1 Juan 3:22!
PARA DIALOGAR: Dios siempre quiere saber de tus sufrimientos, necesidades y anhelos. Entonces, ¿cómo puedes cambiar tus oraciones para no tratar a Dios como una máquina expendedora de dulces?
PARA ORAR: Señor, en este momento no queremos pedirte nada. Sólo queremos decirte que te amamos.
PARA HACER: Olvídate de tus propios deseos dedicando tiempo a orar hoy por un amigo.


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