Lectura bíblica: Mateo 25:34-40
En cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicisteis. Mateo 25:40
Una vez pasé el verano en Arrowhead Springs, donde se encontraban las oficinas centrales de Cruzada Estudiantil para Cristo. Estaban al pie de las montañas de San Bernardino en el sur de California. Durante ese verano, mi familia y yo vivimos en un pueblito en las montañas junto al hermoso lago Arrowhead. Así que todos los días bajaba la montaña dos veces en auto, una vez a la mañana y una después del mediodía.
El valle de San Bernardino es muy caluroso durante el verano, con temperaturas que sobrepasan los 40º C [más de 100º F]. En mis viajes bajando y subiendo la montaña, veía con frecuencia autos al costado del empinado y sinuoso camino a la cima, con la tapa del motor levantada y vapor saliendo del radiador como una locomotora. Muy pronto se me hizo evidente que lo que estaba enseñando para Dios era bastante vacío si no hacía algo para ayudar a esos pobres automovilistas desamparados junto al camino. Todas mis enseñanzas acerca de amar a Dios no significaban nada si no demostraba amor por esas personas que necesitaban ayuda.
Entonces tracé un plan. Puse varios botellones de agua en el maletero del auto. Cada vez que me encontraba con un coche recalentado en mi paso diario por la montaña, detenía el auto y me ofrecía para llenarles de agua el radiador. La gente se alegraba ante la oferta y se mostraba agradecida por mi ayuda. Cuando el radiador estaba lleno, les ofrecía un ejemplar de mi libro Más que un carpintero y les hablaba de Cristo. Fue uno de los mejores veranos de ministerio que he tenido.
El amor no es una opción para el creyente. Es un mandato. Dios es amor, y los que han nacido de Dios tienen que expresar el amor de él. Jesús dijo: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tenéis amor los unos por los otros” (Juan 13:35).
El amor siempre va en dos direcciones a la vez. Cuando amas a alguien en el nombre de Cristo, estás amando también a Dios. Jesús enseñó que cuando ayudas a alguno que necesita amor y cuidado, lo ayudas a él (ver Mateo 25:34-40). Y cuando amas verdaderamente a Dios, no puedes menos que amar también a tus prójimos. Como escribió Juan: “Si alguien dice: ‘Yo amo a Dios’ y odia a su hermano, es mentiroso. Porque el que no ama a su hermano a quien ha visto, no puede amar a Dios a quien no ha visto. Y tenemos este mandamiento de parte de él: El que ama a Dios ame también a su hermano” (1 Juan 4:20, 21).
No te puedes escapar, no lo puedes evitar, no lo puedes hacer a un lado: ¡El amor es parte de tu vida como cristiano!
PARA DIALOGAR: ¿Qué cosa obvia y práctica puedes hacer para compartir el amor de Dios con los demás? ¿Qué cosa cariñosa a tu alcance puedes hacer ahora mismo?
PARA ORAR: Señor, abre nuestros ojos a las oportunidades obvias a nuestro alrededor para demostrar tu amor.
PARA HACER: Prepara una lista de tres lugares donde pasas más tiempo cada semana: Menciona una cosa que haces en cada lugar para demostrar el amor de Dios.