Lectura bíblica: Isaías 43:1-4
No temas, porque yo te he redimido. Te he llamado por tu nombre; tú eres mío. Isaías 43:1
En 1929 Roy Riegels, jugador de fútbol americano de la Universidad de California, hizo algo durante uno de los campeonatos que quedó registrado en la historia. En el segundo cuarto del primer tiempo, tomó la pelota y salió corriendo hacia el extremo equivocado. Fue interceptado, por un compañero de equipo, justo antes de cruzar la línea de gol. Su error le hubiera dado seis puntos al equipo contrario. El equipo de Riegels tuvo que dar la pateada de despeje desde su propio extremo. El equipo contrario bloqueó la patada, ganando dos puntos que al final significó un triunfo para el equipo contrario.
Durante el entretiempo, los jugadores de California se arrastraron melancólicamente al vestidor. Riegels se desplomó en un rincón, enterró el rostro en las manos y lloró desconsoladamente. El entrenador no ofreció ninguna palabra alentadora. ¿Qué podía decir? Cuando el equipo se preparó para salir y jugar el segundo tiempo, su único comentario fue:
—Señores, los mismos jugadores que jugaron en el primer tiempo, comenzarán el segundo.
Los jugadores enfilaron para la puerta, todos menos Roy Riegels. El entrenador se acercó al rincón donde estaba sentado y le dijo suavemente:
—Roy, ¿me oíste?
—No puedo hacerlo —protestó Roy—. Lo he arruinado a usted, he arruinado a la universidad, y me he arruinado yo.
El entrenador le puso la mano sobre el hombro.
—Roy, levántate y vuelve a jugar; el partido apenas va por la mitad—. Inspirado por la confianza de su entrenador, Roy Riegels salió para volver a jugar. Después del partido los jugadores del equipo contrario comentaron que Riegels había jugado la segunda mitad del partido como nunca antes habían visto jugar a nadie.
Lo que ves en ese entrenador es apenas un vislumbre de la actitud de aceptación de Dios hacia nosotros. Cometemos errores. De cuando en cuando corremos en dirección contraria. Y cuando tropezamos y caemos, empeoramos el problema apartándonos de Dios por vergüenza. Pero él se nos acerca y dice: “Levántate y ponte en marcha; el partido apenas va por la mitad”.
En Isaías 43:1 Dios promete amarte y aceptarte. Dice, en otras palabras: “Tú me perteneces, tú eres mío”. Personaliza este versículo: “El Dios del universo me ha llamado por mi nombre. Dice que le pertenezco”.
Dios no te repudia cuando corres en dirección contraria. Nunca dice: “Arruinaste todo, así que ya no eres mío”. Seguro, quiere que des media vuelta y vayas en la dirección correcta, pero pone su Espíritu dentro de ti para que vuelvas a andar. Y nunca dice más que: “Me perteneces, eres mío”.
PARA DIALOGAR: Piensa en algo que has arruinado. ¿Qué opina Dios de ti ahora que has fallado?
PARA ORAR: Señor, gracias por creer en nosotros aun cuando fallamos.
PARA HACER: Demuestra a alguien el tipo de aceptación que Dios te ha demostrado a ti.