Lectura bíblica: Lucas 12:1-3
Guardaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía. Lucas 12:1
Ha llegado la hora del examen. Vota por la conducta que te parece que Dios aplaudirá.
(a) Todos los domingos, camino al culto, te peleas con tus hermanos durante todo el trayecto. Pero cuando llegan al templo, se portan como angelitos.
(b) Gritas y dices palabras groseras con tus compañeros de fútbol. Pero cuando aparecen tus amigos creyentes para ver el partido, dejas de hacerlo.
(c) Dices que nunca vas a fumar, tomar bebidas alcohólicas o ingerir drogas. Pero enciendes un cigarrillo cuando crees que Dios o tu maestros de la Escuela Dominical no te ven.
¡Ay! Ninguna de estas conductas se gana el aplauso de Dios. De hecho, si la conducta falsa llega a ser habitual, se llama “hipocresía”. Por lo que dijo Jesús, sabemos que la hipocresía es algo horrible. Es pretender ser mejor de lo que somos, como jactarnos de ser totalmente buenos cuando somos terriblemente malos.
La etiqueta “hipócritas” que Jesús le puso a los fariseos se deriva de una palabra griega que quiere decir “representar un papel en un drama”. Al principio se refería a los actores griegos que eran famosos por las máscaras que usaban. En la Biblia, los fariseos se ganaban el premio Oscar de los hipócritas. Parecían religiosos delante de la gente, pero estaban “representando un papel”. Su relación con Dios era falsa.
Entonces, ¿qué quiere Dios? Lo opuesto a una máscara. Lo que espera de nosotros podría resumirse así: Lo que ves es lo que soy. “Transparencia” es una buena palabra para describir lo que quiere. Podemos ver a través de las personas transparentes como vemos a través de un vidrio. Ellas son honestas consigo mismas, con otros y con Dios.
Dios no espera que le mostremos lo peor de nosotros a todo el mundo. Pero tampoco le gusta cuando mostramos un exterior limpio cuando adentro todavía estamos sucios. Él quiere que limpiemos lo que realmente somos por dentro para que lo bueno que somos dure más que la hora de la Escuela Dominical.
Todos hacemos cosas malas, pecamos. Pero la solución no es escondernos detrás de una máscara. Es ser transparente, admitir ante Dios y otros hermanos creyentes que distamos de ser perfectos y que necesitamos ser perdonados.
¿Es más fácil decirlo que hacerlo? Sí. Pero quitarte la máscara es la única manera de dejar que Dios obre en tu vida. ¡Y es la única manera que la gente puede llegar a conocerte y amar a tu verdadero yo!
PARA DIALOGAR: ¿Te has escondido alguna vez detrás de una máscara? ¿De qué manera te perjudica a ti y perjudica a otros?
PARA ORAR: Señor, queremos que nos limpies por dentro. No queremos seguir escondiendo nuestras fallas detrás de una máscara. Por favor ayúdanos a ser transparentes.
PARA HACER: Dedica tiempo hoy para estar a solas con Dios y hablarle de algunas áreas en que te sientes falso.