Lectura bíblica: Romanos 7:18-25
¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? ¡Doy gracias a Dios por medio de Jesucristo nuestro Señor! Romanos 7:24, 25
Fernando estaba en la sala pegado a la TV. Había oído que su jugador favorito había aceptado a Cristo y allí estaba, dando su testimonio. Luego de años de drogarse después de cada partido y de andar con mujeres en cada ciudad donde jugaba, este jugador había confiado en Jesús como su Salvador personal. Dios lo había liberado de su antigua manera de vivir, y hacía ya un año que era una persona totalmente distinta. Ahora quería contarle a todo el mundo su experiencia.
Cuando escuchas que jugadores desenfrenados, drogadictos y presos en las cárceles aceptan a Jesús como su Salvador es probable que te parezca que tu propia experiencia de salvación es demasiado aburrida y no le interesa a nadie. Al final de cuentas, no tienes el pasado morboso de un jugador de fútbol desviado. No fuiste un mafioso que le rompió el pulgar a cientos de personas.
En realidad, no tener un testimonio personal morboso es maravilloso. Y tienes una maravillosa historia para contar. Te diré por qué.
Hay algo que quizá no sepas: Antes de confiar en Cristo, eras un esclavo. Así es. No eras un campeón de fútbol cuya vida de pecado hacía los titulares del periódico. No obstante, el pecado te tenía prisionero. Querías hablar con amabilidad, pero vomitabas maldad. Sabías que debías amar, pero demostrabas odio. No podías hacer el bien, porque la maldad te tenía atado.
Eso es lo quiere decir la Biblia cuando afirma que eras la víctima indefensa de tu “naturaleza pecaminosa”. El apóstol Pablo lo describe sí: “Pero yo soy carnal, vendido a la sujeción del pecado… Aunque quiero hacer el bien, el mal está presente en mí” (Romanos 7:14, 21).
Y aquí va otra cosa de ti que es igualmente cierta: Cuando confiaste en Cristo, fuiste liberado de la esclavitud. Cuando acudiste a Jesús, Dios empezó el proceso de transformarte. Es probable que no tuviste que renunciar a la cocaína. Pero, ¿has dejado de darle empujones a tu hermana? Es probable que no le tirabas piedras a los árbitros. ¿Pero has visto alguna mejora en tu uso de malas palabras?
Cuando conoces a Jesús, el pecado ha perdido su poder sobre ti. Como dijo Pablo: “ Vosotros no vivís según la carne” (Romanos 8:9).
Ser libre del pecado no significa que harás el bien automáticamente sino que ahora puedes hacer lo bueno. Puedes obedecer a Dios con gusto. ¡Eso es emocionante! Y eso es algo que puedes contarle a otros.
PARA DIALOGAR: ¿Qué le dirías a alguien que te pregunta los pro y los contra de ser creyente?
PARA ORAR: Señor, gracias por acercarnos a ti. Y ayúdanos a contar con entusiasmo la experiencia de cómo nos liberaste.
PARA HACER: ¡Explica a un amigo no creyente cómo es tu vida porque Jesús te ha puesto en libertad!